Eisenstein / Napoleón

Eisenstein

Ayer El acorazado Potemkin abrió paso a la séptima edición del (S8). A continuación, reproducimos un fragmento de “Los doce apóstoles”, texto escrito por Eisenstein en 1945 acerca de cómo se hizo su célebre film. 

Regresando al tema de los actores anónimos… Exceptuando a Antonov que interpretó a Vakulinchuk, Grigory Alexandrov—Gilyarovsky, el luego director Barsky, que hizo de Golikov, y el contramaestre Levchenko, cuyo silbato nos fue muy útil, los intérpretes han permanecido en el anonimato.
¿Qué fue de esos centenares de personas anónimas que trajeron a la película su infatigable entusiasmo, que recorrieron de arriba a abajo las escaleras bajo un sol inclemente, que marcharon en la infinita procesión de duelo?
Más que nada me gustaría conocer al niño sin nombre que lloró dentro del carrito que rueda escaleras abajo.
Ahora debe tener veinte años. ¿Dónde está? ¿Qué está haciendo? ¿Estuvo entre los que defendieron Odessa? ¿Está enterrado en la fosa común en la desembocadura del río a las afueras de Odessa? ¿O está ocupado reconstruyendo su ciudad natal?
Recuerdo los nombres de algunos de los que participaron en las escenas de masas.
Los recuerdo por una buena razón.
Es un “truco napoleónico” que muchos directores han usado.
Napoleón tenía la costumbre de enterarse de los asuntos personales de sus soldados a través de sus amigos, para luego sorprenderles al preguntarles “¿Cómo está tu querida Loison?” “¿Cómo están tus padres –la amable Rosalie y el industrioso Tibault?” ¿Qué tal tu casita a las afueras de St. Tropaize?» “¿Cómo va de su gota tu tía Justine?
La multitud se precipita escaleras abajo, más de mil pares de pies. La primera vez lo hacen bastante bien. La segunda con menos energía. La tercera se mueven claramente más despacio. De repente, desde lo alto, ahogada entre la estampida de botas y sandalias, se abre paso la voz del director retumbando a través del megáfono:
“¡Ponle más energía, camarada Prokopenko!”
La multitud se queda perpleja: “¿Pero nos puede ver a cada uno desde esa condenada plataforma?” “¿Se sabe nuestros nombres?”
La multitud siente una nueva oleada de energía y se lanza escaleras abajo, cada uno de ellos seguro de que el ojo avizor del director está sobre él.
Y todo lo que ha hecho es gritar el nombre de un hombre que conoce.