EXILE: una entrevista con Martha Colburn
Reproducimos a continuación parte de una entrevista a Martha Colburn del también cineasta Mike Hoolboom para Fringe en 2012.
Veo su trabajo y pienso: parece divertido. Incluso cuando lo que se ve es un chorro caliente y amarillo de bilis saliendo de las tripas de una modelo convertida en esqueleto, hay algo en sus bandas sonoras post-punk, en su trabajo manual y en ese enfoque a la Disney-en-el-fregadero suyo que me atrapa. Sí, las personas se han convertido en monstruos, el cielo está en llamas, pero mis pies no pueden dejar de marcar ese ritmo a-go-go.
Una cosa es segura: es una trabajadora esforzada, todas esas figuras articuladas y excitables retorciéndose y respirando sin parar, y vomitando llamas y destrozadas y vueltas a recomponer, todo eso ocurre a razón de un fotograma solitario a la vez bajo luces ardientes. He aquí un cine de transformación sin descanso, ella empuja la cámara hacia la acción, y dentro de ese pequeño ruedo desencadena toda su profusa energía para dejarla escurrirse de vuelta hacia el objetivo. Con ese flujo prodigioso ella ha pasado del erotismo yanqui a los sueños holandeses y últimamente a asuntos más abiertamente políticos, manchándose las manos con los sucios engendros del imperio.
Mike Hooboom: ¿Podrías contarme como echaste a andar? ¿Puedes ponerme en contexto? ¿No estabas acaso viviendo en Baltimore, una ciudad que nos es conocida precisamente por su escena cinematográfica alternativa (a menos que ésta esté bajo el underground)?
Martha Colburn: En realidad “eché a andar” es las ferias locales de las montañas sureñas en las que crecí, en PA. De ahí, a Baltimore. Tenía un grupo (un dúo, The Dramatics) y otros proyectos musicales con bandas como The Pleasant Livers. Viviendo con músicos y cogestionando un sello sacamos seis discos de The Dramatics y nos fuimos de gira por Europa. Estaba rodeada de músicos que me gustaban, y hacía películas para su música y para mi música. Músicos de todo el mundo venían a nuestra nave y se encerraban allí con nosotros. Era un sitio inspirador (y sin calefacción). Básicamente, me congelé allí durante diez inviernos. Hice unas treinta películas y 5.000 portadas de discos de collages hechos a mano, sin duda me lo pasé bien allí, pero el sitio daba miedo. No era tanto lo que hay “debajo del underground” sino más bien el infierno en la tierra. No había nada como una escena cinematográfica. Pasaba el rato con músicos de todas partes y trabajaba en un cabaret del rollo por el que pasaban talentos locales de todo tipo, todos geniales.
Trabajaba en el suelo. Ponía el viejo trípode de mi padre, pegaba las patas al suelo con cinta (una de ellas con un ladrillo para sujetarla) y animaba sobre el suelo así con mi cámara de super 8. Ese era mi set, pintaba y hacía collages con distintos materiales, y luego los filmaba. Hice treintaytantas películas así. Para variar a veces hacía anuncios de mentira con mis amigos, algún drag-striptease, o hacía algún videoclip con patos (que vivían en nuestro fregadero) ambientado supuestamente en la Knitting Factory. Nos lo pasábamos bien. Nueva York me asustaba, aunque apenas había estado allí, porque pensaba que amenazaba la creatividad con su cultura del consumo y sus alquileres caros. Esa clase de actitud cabezota, cerrada y antisocial puede tener resultados positivos. Adelante con ella si es lo que sientes. Creé una especie de utopía temporal a medida con mis amigos músicos, el que luego sería mi novio Jason Willett y mi compañero de piso Jad Fair (cuando no estaba de gira). Luego me mudé a Europa y no volvía a encontrar ese “lugar” nunca más. Ahora de vuelta a América he conseguido encontrarlo de nuevo, en este viejo bar clandestino que en algún momento de los 80 se llamo EXILE: Klaus Nomi y Blondie tocaron aquí. De modo que sí, vivo y trabajo en un sitio que tiene un enorme cartel fuera que pone EXILE. No hace falta decir más, ¿no?
MH: A menudo escribes o pintas encima de las fotos que usas, como un grafitti. Las figuras (la mayor parte de lo que robas son figuras, caras, cuerpos) son etiquetadas y Colburneadas, llevadas a tu mundo. Pienso, por ejemplo, en las cabezas de gato sobre pin-ups de Cats Amore (2001) o los colmillos que le pones a las alegres chicas de los anuncios en Evil of Dracula (1997). Como los que pintan tags, “el original” sigue allí, de la manera en que un grafittero deja atrás un tren o un edificio, solo que marcado por su visita. ¿Ves la relación?
MC: Nunca he pensado directamente en el graffiti. Actualmente pienso en la fisicalidad de lo que filmo, el cristal roto que usé una vez para hacer una animación pintando sobre él, un trozo cualquiera de papel de la calle, la textura física del mundo que me rodea entra en la película.
MH: En Skelehellavision (2002) pintas sobre imágenes porno (a menudo esqueletos y llamas), un policía con cara de calavera degenera en manchas de colores, serpientes salen de ombligos y entran en braguetas, e imágenes se repiten y recirculan en un frenético batiburrillo. ¿Cómo hiciste esta película, de dónde vienen estas imágenes?
MC: encontré los trozos de película que manipulé en una tienda de segunda mano, al lado del último cine X de San Francisco que proyectaba en celuloide. Cuando cerraron encontré parte del metraje que tiraron. El resto son muñecos bidimensionales animados flotando en un cristal sobre negro y luego superpuestos a imágenes de una erupción volcánica en la noche. Esos fragmentos arañados los hice en cabinas de proyección y en trenes nocturnos, durante una gira por Europa, con una caja de luz pequeña que llevaba. Son esqueletos arañados a mano en cada fotograma y llamas y puntos y líneas.
MH: ¿Qué quieren decir esos esqueletos pintados sobre pin-ups? (¿es un recordatorio de que esa gente ya es vieja, o quizás está muerta?)
MC: Hay muchas escenas diabólicas del estilo del Bosco mezcladas con estas pin-ups. Marca la transición a un momento en el que empecé a investigar ciertos temas y a trabajarlos en películas más relacionadas temáticamente. Para esta película investigué sobre la idea del más allá. Combiné nociones históricas de “fantasía/infierno/más allá”.
Trabajos manuales
No se puede hacer nada sin la mediación del ordenador… a eso digo: no voy a dejar que me laven el cerebro, soy defensora del mundo real, sí, y es raro que eso pueda ser político en algún sentido, pero lo es. La idea de lo “digital versus lo analógico” no es para mí una cuestión financiera o de aspecto de la imagen, sino que tiene que ver con el alma de la obra. Estoy trabajando ahora en una película sobre drogadictos y puritanos. Ambos han llegado BASTANTE lejos en el mundo espiritual y físico sin necesidad de ordenadores. Mientras trabajo en los muñecos para el film, haciendo 600 piezas de curas y camellos para armar, y cincuenta fondos pintados, algunos con cinco capas en movimiento, y dedos articulados para que cojan sus biblias y sus pipas de metanfetamina, en cierto sentido estoy trabajando obsesivamente como podrían estarlo haciendo los sujetos de mi film, robando radiocasetes una y otra vez o leyendo sus salmos sin parar. La naturaleza físicamente obsesiva de su creación está en sintonía con el tema del film.
Las técnicas que me interesa explorar, por ejemplo la animación con múltiples planos de cristal con fondos tridimensionales, no se han desarrollado demasiado desde su invención en los estudios Fleischer en los años 30. Solo hace falta ver Popeye. No estoy interesada en ello por ninguna razón retro estrafalaria, y ciertamente tampoco por ser hipster. Es solo que para que mi trabajo crezca técnicamente (y puesto que trabajo de forma completamente manual y física) no tengo más remedio que mirar al pasado para buscar información. Con la llegada del vídeo y los ordenadores, las innovaciones en estos modos de trabajo se detuvieron, con lo que es un campo infinito para mí de investigación y nuevos descubrimientos. A falta de diez tipos en batas de laboratorio, y del dinero de Disney, cada vez me meto más en ese gueto fabuloso de soportes y aparataje de animación cada vez más complicado, hecho de estanterías de metal aserradas y vueltas a soldar. Estoy con el animador Bruce Bickford en eso que dijo a estos efectos de que “si el mundo hiciera películas no habría guerras, vertidos ni tantos desastres”.
Martha Colburn. Hoy en la Fundación Luis Seoane a las 22.45 h.