Atlas Ilustrado de la Periferia Vol.2
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En esta segunda entrega de nuestro Atlas Ilustrado de la Periferia, veremos cómo la periferia no sólo puede estar en los márgenes, sino que también pueden hallarse en los subterráneos, en el mundo flotante de la red o, incluso, en una salchicha. Seguimos trazando las líneas de nuestro mapa.
La topera, por Alberte Pagán
Desde la periferia geográfica. Siempre pensé que esta casa desde la que escribo, en esta pequeña aldea del Barbanza, era el centro del mundo, de mi mundo. A veces las periferias vienen impuestas. Dónde está el centro, por cierto? En otros siglos, en otras artes, era Paris, y tiempos después New York. Había que estar allí si se aspiraba a entrar en la historia (y/o en el mercado) de la pintura. Y en el cine? Si confundimos arte con industria, como se obcecan algunos, el centro habría que situarlo en Mumbai, quizá. Si no, el centro está aquí, en el Barbanza, o en Tánger, o en la cárcel de A Coruña estos dias. Cinema periférico, excéntrico, alternativo: demasiadas marcas para lo que no debería tener apellido.
Prefiero ser una topera (periférica, de acuerdo) que agujerea los impolutos céspedes de las urbanizaciones, porque por mucho que la hierba tape la tierra, la tierra es de todos, de todas. Prefiero un arte subterráneo, clandestino, que mine las formas y las formalidades que damos por válidas sin pararnos a pensarlas, a cuestionarlas; una inyección hipodérmica que llegue a las profundidades de nuestros cuerpos y de nuestras conciencias; unos lugares y unos modelos de exibición desde los que luchar contra la codícia capitalista que todo lo ensucia (el dinero es el excremento del diablo); y unos modos de creación independientes, libres, alternativos, que nos permitan la posibilidad de discurso, porque es el discurso, el direcho al habla, lo que es realmente subversivo: el habla es un acto político. Tanto en mi aldea como en Washington.
Alberte Pagán es un cineasta y escritor cinematográfico gallego. Ha publicado varios libros y artículos y ha comisariado exposiciones sobre cine experimental. Fue comisario de la sección El cine de Eugenio Granell del (S8), en la primera edición de esta Mostra de Cine Periférico.
Las afinidades electivas, por Elena Oroz
Plantear qué significa (o incluso qué puede llegar a significar) la periferia implica, en primer lugar, asumir que existe un centro que, en términos metafóricos, casi siempre ha funcionado como un punto centrífugo que no sólo expulsa lo que no cabe en su seno sino que también lo invisibiliza. Si trasladamos esta dualidad al terreno cinematográfico, seguramente podríamos inferir otra serie de binarismos que tradicionalmente se han usado para delimitar sendos terrenos de juego: comercial / independiente; industrial / amateur; popular / de arte y ensayo; de género / de autor. Y otro más, ficción / no ficción (y aquí incluiría documental y experimental, puesto que no sabría decir cual de estas dos categorías funciona o ha funcionado como periferia de la periferia).
Está claro que, hoy por hoy, estas divisiones ni son tan claras, ni tan rígidas, ni tan productivas. Ni tampoco las únicas. Además, las categorías enumeradas a menudo se superponen creando espacios difusos y zonas intermedias. En definitiva, a la hora de abordar el audiovisual contemporáneo no podemos hablar de un único centro, sino de diferentes puntos de fuerza, cada uno de los cuales genera su propia periferia y sus propias relaciones de desigualdad e indiferencia con lo que le es ajeno: ya sea el formato, el género cinematográfico, el país de producción o el sexo del director o directora…
No obstante, si ha habido un elemento clave que se ha erigido como centro hegemónico Èste ha sido la sala cinematográfica. Y no sólo porque durante mucho tiempo haya sido el espacio de exhibición legítimo (previo pago de una entrada, claro está), sino porque el resto de elementos se han configurado a su servicio: desde los organismos estatales hasta los medios de comunicación. Si la sala ya ejercía una primera criba (por formato, quedando fuera el 16mm o el vídeo, y por duración de la obra, por poner dos ejemplos), el resto del aparato se encargaba del resto: la prensa y la crítica especializada sólo prestaban atención a los estrenos cinematográficos, las ayudas estaban destinadas a obras que se realizaran o exhibieran en 35mm o a posteriori según sus resultados en taquilla, los festivales funcionaban como escaparate…. Incluso el calificativo de “cineasta” sólo lo obtenía aquél o aquella que hubiera realizado (¡por fin! según muchos) un largometraje (sobra decir que de ficción), a pesar de que tuviera a sus espaldas un buen puñado de cortos.
Sin embargo, hace tiempo que, al menos, nuestra experiencia como espectadores y espectadoras ha dejado de corresponder a este modelo piramidal y jerárquico. No sólo porque nuestro acceso a las imágenes en movimiento se realice cada vez menos en una sala perfectamente acondicionada para ello a la que accedemos previo paso por taquilla, sino que se produce en YouTube, en plataformas on line como The Auteurs, en las webs de los creadores o de diversas instituciones, a través de la descarga vía rapidshare o de la compra de DVDs importados. Y, por supuesto, en festivales y muestras como (S8) que ya no podemos considerar la antesala, sino directamente la sala (y algo más) de buena parte de la producción audiovisual más estimulante. Así, lo que me parece más interesante del panorama actual es cómo de forma pareja a la multiplicación de los foros de recepción se ha producido la disolución del canon y de la autoridad que lo dictaba. La comunicación ya no se produce de forma vertical y unidireccional (del crítico al lector) sino que funciona como una red mediante un “sistema de favoritos”: a través de una revista canadiense, de un foro especializado en cine experimental, de un blog argentino, de facebook y las recomendaciones o clips que allí cuelgan nuestros amigos, o de una retrospectiva a un determinado autor en un festival americano, por ejemplo, es como se van articulando hoy nuestros particulares itinerarios cinematográficos. Un sistema de afinidades que ya no es local (el clásico de boca en boca), sino global. Y este mismo espíritu es el he intentado mantener como crítica amateur, reseñando el video de un amigo que me parece fundamental, pidiendo a un director americano un filme que me recomendado un programador, escribiendo sobre una autora independiente sólo porque me emociona descubrirla y pensé que alguien en este país debería hacerlo.
Creo que la periferia ya no existe como la entendíamos, porque tampoco hay un centro claro. Y que es este sistema de redes y de afinidades el que, los que alguna vez nos hemos sentido periféricos, debemos potenciar y reforzar. No se trata sólo de constituir un espacio de resistencia, sino de construir uno que sea habitable.
PS. Justo después de escribir este texto, he entrado en Facebook y gracias a un amigo he llegado a la última pieza que ha realizado Marcel Hanoun con una pequeña cámara doméstica y que está alojada en la web de la Cinemateca Francesa. Se llama L’Age de Bronze.
Elena Oroz es productora, guionista, docente y crítica principalmente en la revista Blogs&Docs que co-dirige con M. Martí Freixas. Colaboró en la primera edición del (S8) en la organización del Observatorio.
La periferia, por David Domingo