Ken, Flo y su linterna mágica nerviosa
El 6 de junio de 2015 fue la primera vez que vimos una performance de la Nervous Magic Lantern por estas tierras. Una esperada iniciación a algo muy difícil de describir. Reproducimos aquí las palabras de la crítica de cine del New York Times, Manohla Dargis, tras su primer encuentro con el misterioso dispositivo de Jacobs, momento que narra como si de un cuento se tratase en la primera parte de su artículo “Deconstruyendo el cine para revelarlo”.
Un domingo del mes pasado, visité al cineasta de vanguardia Ken Jacobs y a su mujer Flo en el loft que alquilan en el último piso de un edificio de Chambers Street en Manhattan. El plan era que el señor Jacobs me enseñara el trabajo que presentaría en una serie de programas de una semana en los Ángeles que empezaría el domingo. Según me acercaba al final de los cuatro pisos de escaleras, los muros abigarrados y llenos de vida parecían anunciar la residencia de los últimos bohemios de TriBeCa.
Por la tarde, después de conversar un rato y tomar sorbete casero, vi un mundo de maravillas desplegarse sobre la pantalla que colgaba del techo. Mientras los sonidos grabados del tráfico de la ciudad y las voces distantes llenaban el aire, formas geométricas en blanco y negro de afiladas aristas, de procedencia indescifrable, empezaron a llenar la pantalla, primero desde la derecha, luego desde la izquierda y desde atrás, creando una especie de remolinos cambiantes. Partes de la imagen parpadeaban, entrando y saliendo de foco. Me pareció estar viendo aceite sobre agua, lava fluyendo, líquenes, brasas moribundas haciendo referencia al 11S, que ocurrió a cinco calles de allí. Mis ojos buscaban algo familiar. Traté de comprender la historia. Mis ojos empezaron a nublarse, no tanto por la emoción sino por el esfuerzo.
“No tengo ni idea de qué es lo que estoy viendo”, garrapateé en mi cuaderno. Tenía más razón de lo que pensaba.
Lo que vi fue hermoso, hipnótico y misterioso, además de lo más cercano a una representación de imágenes tridimensionales que había visto sin llevar unas gafas extrañas. Era cine puro. Tan puro que ni siquiera había celuloide enhebrado en el proyector. No había visto una película, después de todo, ni imágenes digitales, sólo luces y sombras. Usando una máquina de ilusionismo de su propia invención a la que llama Nervous Magic Lantern –un aparato que consiste en un obturador giratorio, una luz y unos lentes que esconde tras una cortina negra cuando no está haciendo lo que el llama “live cinema”– había llevado la experiencia de ver imágenes en movimiento de vuelta a sus orígenes. No estábamos viendo sombras en las paredes de una cueva, pero casi.
La Nervous Magic Lantern es una variación de una máquina previa al cine que data del Renacimiento o antes: la linterna mágica, un dispositivo para proyectar imágenes. Hacía la mitad del siglo XVII era tan popular que el cronista Samuel Pepys se compró una “para hacer cosas raras en la pared”. El señor Jacobs, una figura esencial en el cine de vanguardia americano, ha estado haciendo que cosas raras tiemblen y se retuerzan en pantallas desde hace más de medio siglo. El germen de la Nervous Magic Lantern viene de una máquina anterior, el Nervous System, una máquina con dos proyectores de 16mm y un obturador giratorio en la que proyectaba dos películas idénticas creando distintos efectos, incluyendo una ilusión de profundidad. Estas manipulaciones eran consecuencia de una duradera preocupación por las propiedades materiales del cine, así como de su efecto en nuestras mentes y cuerpos.
Nervous Magic Lantern performances
Time Squared
Viernes 5 de junio a las 20h.
New Paintings by Ken Jacobs
Sábado 6 de junio a las 20h.
Afundación. Auditorio