Entrevista con María Ruido. De la maternidad, el feminismo mainstream y otras cuestiones que (re)pensar.

María Ruido (Foto: María Meseguer)

Cuéntanos sobre tus primeros trabajos y tu vínculo con A Coruña.
La propuesta de Le Paradis parte de recuperar los primeros trabajos que yo hice delante de la cámara, no detrás, y cerrar este círculo para relacionarlos con la etapa en la que todavía vivía en Galicia, ya que estaba haciendo parte de mi trabajo aquí. Efectivamente, son trabajos de videoacción muy ligados a mi tesis doctoral, que era sobre feminismo, teoría fílmica feminista y sobre la representación en pantalla del cuerpo de las mujeres. Y, muchas de esas líneas reaparecen, y creo que no es casualidad, en este último trabajo, pero están ahí desde el principio. La verdad es que la propuesta de Ángel y Ana me pareció muy oportuna, porque se grabaron aquí, en la escuela de cine, en la antigua escuela de imagen y sonido, y de alguna manera tiene mucho que ver con esos comienzos aquí.

 

Cambio de estrategia, aunque te mantienes en el foco. ¿Cómo pasaste de esas primeras representaciones a un trabajo como La memoria interior, en el que recurres a tu intimidad pero ya no estas tan frontalmente delante de la cámara, que tiene mas que ver con la recuperación de un archivo personal (que marca un poco la línea que vas a tener luego)?
Me lo preguntan continuamente. Por una parte es verdad que todos mis trabajos son muy subjetivos y mi cuerpo está muy presente y también cuando estudias mucho, eres muy consciente o empiezas a ser consciente de que hay algo de cosificación siempre que pones un cuerpo delante de la cámara, y mucho mas si eres mujer, y yo que soy una muy buena alumna de Laura Mulvey, de alguna forma me retraje a salir en cámara como tal, sobre todo como personaje. Esa consciencia de estar en pantalla se hizo mas grande, pero siempre digo que fue un paso natural, pasar de un cuerpo personal a uno colectivo, pasar de narrarlo desde el cuerpo a narrarlo con el cuerpo, pero de otra manera y teniendo en cuenta ese cuerpo colectivo, esa memoria que podríamos decir que es uno de los hilos que atraviesa todo mi trabajo. Así que fue un paso como muy fluido. También es verdad que La memoria interior fue una especie de experimento porque es mi primera película y no sabia que era un ensayo audiovisual, o no era muy consciente de saberlo. Sabia que no quería hacer ficción, pero tampoco me acaban de convencer las formas del documental o del documental de autor. Y, por otra parte, tenia este referente muy fuerte que es Margarite Duras, que sigue siendo un referente y que está muy presente en la exposición, que la manera de contar la historia, o hacer contranarrativas históricas era hablar en primera persona. Y fue un intento, una intuición, que fue muy fructífera, porque dio paso a una serie de trabajos. Siempre lo he dicho, todas las películas que he hecho después están contenidas en La memoria interior.

 

Tu trabajo está muy ligado a la escritura y a la lectura. ¿Cómo trabajas esas dos facetas, de escritura y montaje? ¿hay paralelismos, el uno ayuda al otro? Llamar a tu programa La imagen que piensa viene de que tus películas, como la escritura, parecen servirte para ordenar ideas. Y para conectarlas.
Absolutamente. Para mi el montaje, que es la clave de la construcción de la película, funciona como cuando estas editando un texto. Editar en vídeo se dice de la misma manera, y creo que tiene muchísimo que ver con la escritura, en cierta manera es ordenar una serie de ideas, proponer una tesis, por lo menos proponer preguntas, que creo que es lo que proponen mis trabajos.  Vengo del mundo de la teoría, de la historia, estudié historia, contemporánea, historia del arte, luego estudios culturales, y de ese repensamiento desde la palabra a la imagen. Es verdad que estamos en un mundo muy logocéntrico, a pesar de la multiplicidad de imágenes, tenemos una educación muy ligada a la palabra, y la palabra está en una jerarquía todavía mayor que la imagen. Cuando se habla de pensar el mundo, hacer ensayo, todo el mundo piensa en hacer un ensayo con palabras. Pero en este proceso de circulación de la palabra a la imagen, he aprendido que la imagen es un instrumento muy potente y muy potente políticamente para pensar el mundo. Pero evidentemente esa circulación entre ideas que nacen de las palabras y de los libros, y que pasan a las imágenes está ahí. Muchos de ellos son de ensayo, de sociología, de antropología, y no en vano, cuando antes hablaba de mi tesis doctoral, y hablaba de teoría fílmica, efectivamente, para mi, los primeros y los grandes referentes cinematográficos son mujeres que hacen cine pero que también escriben. Esa circulación entre palabra e imagen, y esa fluidez de pasar de un medio a otro, que me gusta mucho en Laura Mulvey o Martha Rosler, Adrian Piper, o incluso una Agnès Varda, que aunque no escribe como tal, si trabaja mucho con palabras. Están ahí, son muy evidentes. La literatura, incluso la novela, no solo el ensayo, son muy importantes para mi

 

¿Te da la impresión de que estas entre dos mundos?
En toda mi vida he tenido la sensación de no estar en el lugar adecuado nunca. In between. Me he licenciado en una cosa, me he doctorado en otra, doy clase en una facultad que no había pisado nunca antes de dar clase, empecé en el mundo de la performance y del arte, pero mis trabajos se ven en festivales de cine y en museos. Mi trabajo es difícil de encajar, es incomodo, por una parte, porque sería mas agradable ser mejor clasificable, pero creo que tiene esa complejidad y esa riqueza, por otra parte la complejidad en la que nos movemos y que pertenece al mundo en que vivimos, porque hay muchas cosas que están ‘en medio de’. Me siento muy cercana a los trabajos de Hito Steyer, Ursula Uman, o incluso Harun Farocki de los últimos años, que son clasificados como cine de museo, porque en el museo no somos piezas objetualizables, no somos objetos artísticos, pero también se ven en festivales de cine o en el circuito cinematográfico. Es una situación incomoda, compleja, pero que también te permite trabajar sin cánones, haciendo tu propia genealogía, y eso tiene mucha riqueza.

 

¿Cómo llegas a Mater Amatisima?
El origen remoto de la película es Engels, y su libro fundamental La familia y la propiedad privada del estado, un libro que leí muy joven porque tengo una educación marxista que explica que la familia es un microcosmos que reproduce el estado y lo refuerza, y de alguna manera si no cambiamos las estructuras de convivencia y los modelos familiares nunca vamos a poder cambiar la estructura de la política estatal. Pero sin embargo esto, no se da. La película empieza con una conversación entre Alexander Kluge y una directora de teatro que hablan del mito de Medea, de una interpretación del mito de Medea feminista y radical, que yo comparto, porque siempre me pareció muy banal esa interpretación del mito que dice que Medea mató a sus hijos por celos. Efectivamente, lo que hace Medea para diferirse a ella misma como sujeto político, porque no tiene cabida en una sociedad hiperpatriarcal como la Grecia clásica, y lo difiere en un señor que la traiciona, y al mismo tiempo esa traición provoca que sus hijos se queden sin derechos políticos, porque se convierten en bastardos. Y esa interpretación, y esa conversación, habla de cómo las teorías políticas revolucionarias han repensado los modelos familiares y esto ya no ocurre. La izquierda está plegada a los modelos de vida pequeñoburgueses, no hemos sabido repensar los modelos de convivencia ni de maternidad y paternidad, y de crianza. Creo que estamos en un momento regresivo, con una hiperbiologízación, justo en un momento en que la ciencia nos permite esa desbiologización, y ahí podríamos hablar de librarnos de la biología, ir mas allá de, porque para las mujeres se ha convertido en un destino. Estamos en un regreso de lo biológico. Ayer leía un artículo muy interesante a partir del libro de Beatriz Gimeno, en torno al imperativo de la lactancia materna. Ese imperativo de ser una mujer se exacerba en la cuestión de la maternidad. El ser una mala madre esta increíblemente penalizado, y ser una buena madre tiene unos limites muy precisos marcados por una sociedad patriarcal donde nuestros deseos y libertad están condicionados. Mater Amatísima, que va de madres asesinas, con un caso tristemente conocido que es el caso Asunta, trata de ser una herramienta de trabajo y pensamiento sobre los modelos de familia y sobre la idea de si elegimos de verdad ser madres y qué modelo de maternidad queremos, ese es el trabajo de fondo. Se utiliza el mito de Medea para pensar sobre algo tan básico como que estamos viviendo una forma de ser mujeres y de ser madres que a lo mejor no es la que queremos. A lo mejor, hay muchas madres que están arrepentidas de serlo en ese modelo, esa madre que han exigido que sea. Estamos viviendo un momento importantísimo, porque las mujeres de muchas generaciones, de abuelas a nietas, salgamos a la calle para decir que estamos hartas de que nos digan como tenemos que ser, es un momento muy revolucionario, pero al mismo tiempo estamos viviendo todo lo contrario, un momento también muy regresivo en el que el patriarcado quiere seguir siendo hegemónico porque lo estamos cuestionando.

 

¿Qué opinas del feminismo mainstream?
¡Podíamos hablar durante horas! A veces pienso que es generacional, porque tengo sobrinas para quienes Beyoncé es feminismo, y yo no acabo de verlo, y a veces me siento como una anciana recuperando a las feministars de los 70 cuando en su momento fui muy critica con esa generación. Por otra parte, ver a Ana Patricia Botín en la tele proclamándose feminista, no sé si me desazona o me congratula. Para mi, yo que vengo de un feminismo autónomo, de clase, marxista, interseccional que se llamaría ahora, no me parece la vía, el feminismo liberal. Nos puede pasar como el capitalismo rosa, como a las luchas LGTBI, que se han cifrado en tener barrios como Chueca, y qué estupendo porque tenemos mucho dinero y así conseguimos visibilidad. Claro que las mujeres ahora trabajamos y tenemos cierto poder adquisitivo, y, por tanto, somos interesantes para el capital. Y eso nos puede llevar a eso, a un feminismo capitalista. De hecho, nos ha llevado ya. Por otra parte, todas las mujeres tienen derecho a sentirse feministas, porque los feminismos son muchos y son como les da la gana. Y no podemos hacer de eso nuestra propia doctrina, porque entonces estamos actuando como aquellos que actúan con la libertad de expresión cuando no les interesa lo que dicen. No es una cuestión de tolerancia, sino de derechos. Todo el mundo tiene derecho a interpretar el feminismo de la forma conveniente. Y en ese sentido, que Ana Patricia Botín se considere feminista, está en su derecho. Yo no lo comparto. Como tampoco comparto lo de que Margaret Thatcher era feminista porque consiguió llegar al poder: consiguió llegar al poder haciendo uso de las herramientas mas patriarcales del hombre mas duro del gabinete. Yo no lo comparto, pero hay tantas cosas que no comparto, pero que creo que no tenemos derecho a censurarlas, así que, bueno, adelante. Pero ojo con la cuestión del capital, porque esa cooptación sí puede ser muy despolitizadora. Hay cosas que no son feministas. El feminismo es una teoría política y una praxis vital que debería llevarnos a la reticularidad real, y en definitiva a la destrucción del patriarcado, debería de ser una zapa para que cambiemos el mundo absolutamente. En ese sentido, para mí el 8 de marzo ha sido muy esperanzador. Estamos en un camino en el que la política ya no puede obviar a las mujeres como espero que tampoco obvie la cuestión de clase, de raza, y donde esa interseccionalidad, las distintas líneas políticas se junten para cambiar las cosas. No sé hacia dónde, pero que sean distintas y más igualitarias.

 

Qué les dices a las futuras madres que pueden sentirse asustadas con tu película.
La editora de la película estaba gestando un niño mientras estamos haciendo la película. No es para nada una película contra la maternidad. Es una película que simplemente quiere que pienses si quieres ser madre, qué tipo de madre quieres ser, que no te impongan un modelo de maternidad, que la supuesta ciencia neutral te diga qué tienes que hacer, cómo tienes que dormir a tu hijo, lactar a tu hijo. Estuve leyendo consejos pediátricos que eran una cosa y lo contrario, señores, que te dicen lo que tienes que hacer con tu hijo. Mi elección ha sido no ser madre biológica, tengo dos hijos, dos hijastros, como diríamos en términos de política familiar, y cuando estaba preparando esta película conocí a una persona y tuve que convertirme en una madre. La relación de madre es una relación compleja, sea o no biológica, y pensarlo en términos de maternidad rosa, que va a ser una relación perfecta, que va a completar tu vida, que va a ser lo mas importante y lo más precioso que te pase, a lo mejor te lleva a una decepción enorme. La relación con la maternidad, como cualquier otra relación, es compleja y llena de conflictos. Decir que no te encuentras bien o que no eras lo que pensabas, ¡quejarse!, o, poner en palabras tus frustraciones… Es como quejarse del amor romántico. Yo puedo estar muy enamorada, pero también puedo decir que el amor romántico es una mierda. Creo que nos exigimos tanto a nosotras mismas. Somos las primeras que nos exigimos ser la madre perfecta, la novia perfecta, la trabajadora perfecta, siempre estamos poniendo el listón más allá. Ser madre es estupendo y no ser madre, también. Y esa es la cuestión, que no nos culpabilicen por no tener hijos o por tenerlos. Porque nos culpabilizan por todo. Ojalá sea una película muy contestada y sea una herramienta de debate, que sea liberadora de los estereotipos.